martes, 13 de julio de 2010
El sueño de una noche de verano
lunes, 5 de julio de 2010
Que poco me gusta el Mundial de Fútbol
Pues eso. Como cada vez que triunfamos en algún deporte, los españolitos de a pie, tan patriotas ellos, salen hasta de debajo de las piedras. Y por mucho que me guste ondear la bandera de España, lucir su camiseta y cantar el himno nacional, siempre me queda ese regusto a simplicidad y estupidez. ¿Cómo puede ser que durante todo un año los catalanes traguemos con partidos políticos que ningunean a España, cómo puede ser tan estúpida la gente que cuando hay elecciones siguen votando a partidos políticos que hacen del odio a España su leitmotiv y ahora en cambio lucen esas camisetas de la roja? No se puede estar solamente a las maduras, en los temas superficiales, en los triunfos deportivos, y el resto del año obviar a la patria, cerrar los ojos y mirar a otro lado. Hay que estar a las duras, hay que ser consecuente con lo que se predica. Querer a España no significa solamente animarla durante 90 minutos, pintarse la cara con los colores de nuestra querida bandera, tomarse 10 cervezas y entonar el penoso loroloroloroloro desconociendo que nuestro himno tiene no una sino varias letras oficiales.
Para querer a España de verdad hay que amarla en el día a día, estudiando, trabajando, ayudando a los necesitados, visitándola, cuidándola, respetándola, pero, sobre todo, dando la cara y luchando palmo a palmo, casa a casa, barrio a barrio, ciudad a ciudad y elecciones tras elecciones por sus símbolos, su idioma, su historia y su grandeza. No podemos aceptar durante 340 días al año que multen a los negocios por no rotular en catalán, que a los niños les obliguen a hablar en catalán hasta en los recreos, que el 50% de las películas de estreno tenga que ser en catalán, para desgracia y ruina de la industria cinematográfica, y luego, de golpe, durante los 20 escasos días que dura un mundial, ser el español más patriota.
Como diría una buena amiga mía, España es bastante más que un partido de fútbol, que una carrera de motos o que un triunfo de Nadal en Wimbledon. En otras épocas, gloriosas épocas en mi opinión, España se definía como una unidad de destino en lo universal. No es una frase dicha en vano, ni demagógica. Es una definición bien clara de que España es algo más. Es nuestra madre, es el resultado de 2.000 años de historia conjunta, de luchas y hazañas inigualables por cualquier otra nación del mundo, son biografías de cientos de guerreros, científicos, poetas, artistas, intelectuales, religiosos, descubridores, emprendedores, en resumen, de hombres y mujeres luchadores por una causa común, son ellos los que nos permiten disfrutar hoy en día de estos simples partidos de fútbol con orgullo, llorar con la piel de gallina cuando suena el himno nacional o saltar como condenados cuando metemos un gol. España no es la Roja, España no son 11 jugadores y un entrenador. España es una herencia que Dios nos ha permitido disfrutar. Y España somos la suma de todos aquellos que la queremos de verdad, que la respetamos desde el alba hasta el anochecer, de Lunes a Domingo, y como se dice hoy en día, los que la amamos 365 días x 24 horas. España. Siempre. Lo demás, puro circo.