jueves, 1 de septiembre de 2011

¿Necesitamos sindicatos y partidos políticos?

Es triste que en pleno siglo XXI tenga que plantearme esta pregunta,  recurrente a lo largo de mi vida y mi actividad política, pero vista la nula evolución de la sociedad y de la democracia en los últimos 30 años, por mucho que la gente se llene la boca y se arrogue haber sido partícipe de la implantación de un sistema democrático en España, que ni es Sistema ni es democrático, pues sigo teniendo esta duda existencial.
Dos preguntas al aire, como introducción.

  1. ¿Si los sindicatos incumplen el artículo 7º de la Constitución, al no contribuir a la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales, por qué los mantenemos?
  2. ¿Si los partidos políticos incumplen el artículo 6º de la Constitución, al no representar la voluntad popular, por qué los mantenemos?

Estas preguntas me las he planteado después de una agradable comida, y posterior sobremesa, con una gran amiga y cargo municipal de un partido político nacional.  Durante nuestra conversación, que como suele ser versó sobre política y la situación de España en general (cuando no hablamos de música, comida, viajes o  amigos comunes, que también lo hacemos),  dejé caer así, a lo tonto, que ni los partidos políticos ni los sindicatos son estrictamente necesarios en un régimen democrático.  Y legal y formalmente su existencia no es necesaria. No son condición “sine qua non” para que funcione el Estado, ni se trata de instituciones propias de éste que vengan exigidas por la Constitución del 1978, tan en boga estas últimas semanas por la próxima reforma a la que se verá sometida.
Hay instituciones claramente definidas en esta ley fundamental, como pueden ser la Corona, las Cámaras legislativas, el Gobierno y  la Administración en general, pero en ningún lado aparece la exigencia de que existan partidos o sindicatos. Pueden existir. Eso sí, siempre y cuando cumplan con los artículos correspondientes de la Constitución que ya he detallado arriba.
El caso de los sindicatos es el más flagrante. ¿Alguien me puede explicar, o mejor aún, demostrar, que los sindicatos contribuyen a la defensa y promoción de los intereses sociales y económicos? Por lo que yo llevo viendo en los últimos 30 años, los sindicatos españoles, salvo minoritarias excepciones, solamente se dedican a medrar en beneficio propio, a liberar de sus obligaciones laborales a sí mismos, a  amigos y familiares y a representar su obra máxima, su opereta anual, con alguna manifestación ridícula o una huelga “salvaje” entre amiguetes,  antes de seguir disfrutando de vacaciones de lujo (¿Madeira p.ej.?)  y prebendas sociales, laborales y económicas. No entraré ahora en temas profundos como el sindicalismo real (y nacional) que nunca llegó a cuajar en nuestro país por culpa de la derecha reaccionaria, el sindicalismo vertical efectivo y realmente representativo durante el régimen anterior, ni, por supuesto, en los ideales anarcosindicalistas, que reclaman la desaparición completa del poder. Utopía esta de las mejores que existen, pero imposible de llevarse a cabo mientras la sociedad sea bárbara e inculta. Y como la sociedad no avanza en este sentido, pues seguirá siendo una utopía.
Hablemos ahora de los partidos políticos. Y vuelvo con la pregunta  ¿Alguien me puede explicar, o mejor aún, demostrar, que los partidos políticos son la manifestación de la voluntad popular e instrumento para la participación política?
La voluntad popular real no reside en los partidos políticos por varias razones. Por un lado los partidos gobernantes nunca representan a la mayoría de la sociedad, sino a la mayoría de las personas que han votado a determinados partidos, que siempre son minoría frente a la suma de los que no votan, los nulos y los partidos minoritarios. Y peor aún, con nuestra actual ley electoral, encima sin la garantía de igualdad del voto, de un hombre un voto. Ley d’Hont, favorecimiento del voto nacionalista por circunscripciones y demás injusticias. Y la falacia  de que son un instrumento de participación política ya clama al cielo. Bien sabido es que los partidos políticos no se someten a ningún control o auditoría por parte del electorado en épocas “inter-elecciones”.  En los años que duran sus mandatos, hacen y deshacen a su antojo. Sin cumplir ni una de sus promesas, o cumpliendo una parte de ellas, las vistosas, con estrategia inicial y táctica final, a fin de conseguir una prórroga de otros cuatro años para poder seguir aupados al poder.
¿Para qué tenemos entonces sindicatos y partidos políticos? Hmmm.
Pero gracias a Dios, también (y aún) existen personas honestas e idealistas en nuestra querida España, personas que hacen labor social, que trabajan por altruismo y con la vista puesta en el bien común.  Pero estas muchas y anónimas personas, no están metidas en política.
La persona que realmente quiere hacer el bien, no acabará jamás enredada en  los tejemanejes y la esclavitud del sistema partidista, porque la idea y estructura inicial que lo sustenta es mala de raíz. No existen políticos buenos. Lo siento Elisabeth. No existes.  
Ops, quizás sí que existas. Porque en caso contrario la comida del otro día, la agradable sobremesa  y la amistad de tantos años habrían sido un sueño.
P.D. En dicha comida acordamos intentar celebrar otra con dos  ilustres invitados. Ellos  aún no lo saben. Uno es político profesional y el otro es escritor, analista político y una persona muy, muy capaz.  En estos momentos desconozco si llegaremos a disfrutarla. Pero en su caso seguro que será genial. Y seguro que aprenderé mucho. ¿Serán capaces de convencerme  de  que hay políticos buenos?  Chi lo sà.


1 comentario:

  1. Elísabeth12:54 p. m.

    Ernesto, tenemos que volver a quedar para comer...los dos o los cuatro : )

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