domingo, 8 de abril de 2012

España, esa larga procesión


Con la Semana Santa recién finalizada en la jornada de hoy, para los católicos creyentes el día más importante del año, la Pascua de Resurrección, acaba también un fin de semana largo de asueto, viajes y consumo para una parte de los ciudadanos de España. 
Para otros muchos, la situación económica que sufrimos (excluidos, como no, aquellos que deberían de velar por el bien de la nación, ya sea en el poder o en la oposición, por su vocación en el caso de los políticos opositores y por su promesa o juramento prestado en el caso de los gobernantes, que se libran en ambos casos de cualquier crisis sin que la mayoría alelada se inmute), esta Semana Santa habrá significado la renuncia al viaje a la costa o a la montaña, por no hablar de las añoradas salidas al extranjero que no recuperaremos en mucho tiempo, a no ser que algunos manipuladores en Cataluña o las Vascongadas den el paso definitivo y planteen su salida de la nación común (esa patria forjada por nuestros héroes, escritores, inventores y gobernantes durante muchos, mucho siglos, cuya historia tergiversan a su antojo y convierten en enemiga en sus respectivos sistemas educativos totalitarios),  y una visita a Barcelona o a Bilbao precise trámites previos, visados y hasta vacunas

Pero gracias a Dios, como bien describe mi admirado Juan Carlos Girauta hoy en ABC, una posible independencia de partes de España está muy lejos de la realidad, tanto como que los árbitros juzguen por igual al Barza que al Real Madrid o al RCD Español (esto último es mío, no de Juan Carlos, obviamente). Si en cualquiera de estas dos regiones (cantones, aldeas, taifas, nacioncillas, autonomías o como quieran llamarlas) se planteara una consulta popular “oficial” y seria sobre su destino, este acabaría siendo una unidad en lo universal, como bien definió José Antonio hace ya casi un siglo. Más aún en los tiempos de globalización que corren, en la dependencia económica que tienen unas regiones de otras y, sobre todo, en la realidad social de dichas autonomías, en las que a la mayoría seria, silenciosa, sufrida y trabajadora se la traen al pairo los mitos nacionalistas, los supuestos robos que sufren por parte del resto de España o los concursos autóctonos de arrastrar bueyes o bailar las milenarias sardanas inventadas por un jienense hace poco más de un siglo. 
Lo que le importa a la gente es el día a día, es pagar la factura del gas, es poder dar de comer a sus hijos y poder hablarles en su idioma materno. Encima, para rematar,  todos se saben y se sienten españoles, por muchas sandeces que suelten los medios afines y subvencionados con encuestas sesgadas y celebradas de tapadillo en calçotadas populares o aquelarres vascones, o por mucho ruido que hagan cuatro histéricos manipulados por los poderes ocultos y oscuros del empresariado nacionalista (y sus lacayos políticos a sueldo), elementos estos que usarían hasta las urnas con las cenizas de sus ancestros para guardar sus pingües beneficios y sus prebendas a buen recaudo ante el inexistente robo centralista.
Siendo pues imposible salir de viaje por la falta de parné, una gran parte de la ciudadanía se ha volcado, donde la lluvia lo ha permitido, en la asistencia a las procesiones de Semana Santa, tan ricas, emocionantes y variadas, que se celebran en nuestra piel de toro, de Norte a Sur y de Este a Oeste, incluyendo, claro está, Cataluña y las Vascongadas, aunque ahí las conviertan en muy suyas y diferentes a las del resto de España, otro sinsentido al tratarse de celebraciones religiosas y encima de una religión común y compartida. Pero no les demos ideas desde aquí, no vaya a ser que planteen una nueva herejía, cual Luteros del siglo XXI, y veamos a Arturito Mas o Patchi López clavar un “stick” usb en el ordenador de la Conferencia Episcopal desafiando a la unidad de la Iglesia española.  
Y tampoco nos vamos a engañar a estas alturas: la asistencia a las procesiones tiene, por desgracia, mucho más de folclore que de fe cristiana, y en tiempos de crisis y necesidad, como bien es sabido, todo el mundo recurre a las fuerzas superiores, ya sean religiosas (como nos demostró ayer hasta el dictador  “bolivariano” Hugo Chavez asistiendo a una misa por su curación), o pura superstición, como consultar a videntes, brujas o ir a echar un cartón al bingo de la esquina. Cuanta más crisis, más suben las recaudaciones de los juegos de azar y de los falsos profetas con sus tarots comprados en un “Todo a 1 eulo”. Algo comprensible, por otro lado, siguiendo el clásico dicho español “de perdidos, al río”. En esto no cambiaremos nunca, a los españoles siempre nos ha gustado seguir el refranero popular: sobre todo cuando nos hace falta.

Yo he tenido el honor de participar por primera vez de forma activa en una de estas procesiones (muchas gracias Raúl), la del Santo Entierro en Madrid, y ha sido una experiencia enriquecedora en muchos aspectos. Dejando a un lado la parte mística o religiosa, por la que participé y cuyos efectos son  tan personales que no pintan nada en este artículo, el “teatro” que se monta alrededor de una procesión tiene, por desgracia, mucho  verbena y poco de recogimiento espiritual o de acto de fe. 
Tampoco es que descubra nada nuevo, pero verlo desde dentro, con la ventaja del anonimato absoluto que te otorga el verdugo que cubre tu cabeza y te oculta ante los demás, sean conocidos o extraños, es una dimensión nueva que da mucho que pensar. Después de pasear durante casi 3 horas por el centro de Madrid, con un cirio en la mano y escuchando a centímetros de mí comentarios, conversaciones banales, risas, alguna que otra blasfemia y (menos) oraciones o peticiones, entiendo muy bien la afición de los anti-sistema  por encapucharse a las primeras de cambio, o la capucha de rigor que llevaba el verdugo en otras épocas. De golpe te encuentras fuera de la sociedad, ves y oyes sin tener que hablar ni ser reconocido. Como si fueras invisible. Es la impunidad absoluta, aunque en el caso de los nazarenos su objetivo sea bueno y, en muchos casos, sentido, y en cambio si hablamos de los anti-sistema este camuflaje se convierta en un arma maligna muy bien aprovechada. Por un lado les permite ocultarse y por otro psicológicamente les libera de tal forma que de golpe se sienten como si estuvieran por encima del bien y del mal. Así acaban reventando cafeterías y saqueando tiendas de moda. Me imagino que en el caso de los disfraces de carnaval los sentimientos  serán similares, aunque habiendo pasado tantos años desde que me puse mi último disfraz (exceptuando el traje, la camisa y la corbata de rigor del día a día), no recuerdo haberme sentido tan extraño como me sentí ayer desfilando como nazareno por el corazón de nuestra España, a la que, por muchas rogativas que lancemos al cielo, le queda una procesión muy larga por delante.
Y encima con los políticos, sobre todo los nacionalistas,  vestidos permanentemente de nazarenos, escondidos sin dar la cara ante el ciudadano, cual verdugos a punto de separar nuestra cabeza del tronco común llamado ESPAÑA.

P.D. Leer el especial del diario ABC de hoy, dedicado a elogiar nuestra patria común y a realzar los valores españoles, ha sido una gran alegría, más aún por su coincidencia con el Domingo de Resurrección, aunque da mucho que pensar¿Tanto miedo hay al nacionalismo que tengan que salir a la palestra políticos, artistas, militares y deportistas a loar la grandeza y riqueza de España? ¿O se está cociendo algo más que no sabemos y de verdad existe la posibilidad de que algún zumbado llevé adelante un intento de separación de España? 
Yo, después de disfrutar de todos y cada uno de los artículos, me he quedado con la duda rondando mi cabeza, ya liberada del verdugo negro que lucía ayer.

P.D.D. Han pasado escasas 12 horas y "La Tercera" del ABC abre con con un artículo de Javier Rupérez titulado "El desguace de la nación española". Lo escrito por mi más arriba parece un cuento de niños ante este análisis. Vamos mal, amigos, muy mal.



1 comentario:

  1. La verdad es que la independencia está tan lejos de consumarse en las taifas nacionalistas cómo la Semana Santa de extinguirse en España. Por tanto me alegro que te haya resultado enriquecedora esa experiencia y la veas desde dentro, lo mismo que otros la opinan desde fuera sin ni tan siquiera conocerla.

    UN saludazo.

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