lunes, 11 de junio de 2012

Palabras impronunciables


Como bien estamos viendo en estos últimos días con el debate sobre el rescate, la ayuda, la subvención, el préstamo o como quieran llamarlo,  que las autoridades Europeas (léase nosotros mismos, digo yo, al ser parte de la UE) han concedido a los bancos españoles, que no a  España como nación, la importancia no radica en el hecho en sí, sino más bien en como lo presentamos y como lo llamamos. Mi admirado Carlos Esteban se me ha adelantado desde “La Gaceta” con un, "as usual", buen artículo titulado “No le llames"rescate", llámale Lola”, por lo que no incidiré demasiado en las diferentes maneras que ha elegido la prensa para mentar el préstamo,  usurero a más no poder, que ha sido concedido a una parte de la banca española para arreglar sus propios desaguisados. Tampoco entraré en discusiones teológicas sobre lo pecaminoso de todo el proceso, atendiéndonos a la Sagrada Escritura (cf. Lc 6,35; Mt 5,42), dado que la usura es un pecado insuperable, omnipresente  y asumido por el sistema capitalista desde hace siglos (como tantos otros “pecados” que ya solamente lo son en los libros de historia o en las sesiones de catequesis, pero nunca en la conciencia de los ciudadanos). Me dedicaré pues a correr un tupido velo sobre el particular y hablaré un poco sobre otros apodos que nuestra sociedad actual suele utilizar para esconder la realidad. Es decir, sobre el lenguaje “políticamente correcto”, o mejor dicho, sobre la poca hombría y decencia para decir las cosas de forma clara.
Los negros, subsaharianos. Obviamente, cuando te presentan a un doctor en medicina negro,   delegado por la Universidad de Boston en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España, se te hace raro llamarle de esa forma. Vaya cara se le quedaría al pobre al oír que su procedencia la marca el límite del desierto el Sáhara.
Los inmigrantes del Magreb son claramente nuestros “queridos vecinos del sur”. O en Cataluña “els nous catalans”. Y por desgracia no del sur de la península ibérica, sino del sur de nuestro barrio o hasta del sur de nuestra escalera de vecinos. En ciertas regiones de España se han convertido en mayoría en muchas poblaciones, con su nulo respeto hacia nuestras tradiciones, su propensión a delinquir y vivir del cuento y su inexistente intención de integración: pero “moros” no se les puede llamar. Por Alá.
Los terroristas asesinos, pues nada de eso. Dependiendo del político, del contertulio o del medio de comunicación, pasarán de ser unos represaliados políticos y presos dispersados a denominarse luchadores por la libertad, defensores de milenarias tradiciones, gudaris o mil sandeces más inventadas para ocultar la realidad: una panda de asesinos a sueldo, traficantes y matones que han conseguido imponer su ley en una vasta parte de nuestra geografía a base de tiros en la nuca y la connivencia interesada de los medios de comunicación y los partidos políticos, afines o no.
Los ERE, expedientes de regulación de empleo, no son más que una forma suave de endiñarnos por detrás despidos masivos e improcedentes avalados por la autoridad competente. Hecha la ley, hecha la trampa. Como no.
A los maricones, ni nombrarlos. No vaya a ser que me asocien al lúcido y querido obispo de Alcalá de Henares y se me echen encima las huestes de Shangay Lily para demostrarme con sus comportamientos blasfemos, violentos e insultantes que ellos son libres, felices,  buena gente y amantes de la naturaleza. Será de la contra naturaleza, digo yo.
Y, para rematar, a la Selección Nacional Absoluta de Fútbol de la Real Federación Española de Fútbol del Reino de España, denominación quizás un poco larga pero a mi entender la oficial, aunque me conformaría con lo de Selección Española, pues a llamarla “La Roja”, para no herir las susceptibilidades de nadie, mantener viva la maquinaria de la mercadotecnia y vender el máximo de camisetas y demás gadgets, sin nombrar a la nación representada por los futbolistas en los torneos internacionales.

Ya os podéis ir todos a freír espárragos,  políticos bien hablantes, con los “préstamos” bancarios , con vuestros amigos del sur y sus colegas subsaharianos, acompañados por los gudaris por la libertad con apellidos muy castizos como Pérez o Fernández y envueltos en la camiseta de “La Roja”, que no tiene nada que ver con España, y después de condenar a miles de ciudadanos con un despido improcedente en su empresa para disfrute y cobro de comisiones de los gestores  del eufemismo llamado ERE, bien apuntaladas vuestras relaciones con consejeros amigos en todas las grandes instituciones financieras y políticas, y cobrando rentas vitalicias por 7 míseros años de nulo esfuerzo acompañado de comidas, viajes, dietas  y posteriores tertulias bien pagadas.
Y  encima sin poder llamaros a todos lo que de verdad siento dentro: maricones, que sois todos unos maricones.

Menos apodos y eufemismos. Las cosas claras. 

2 comentarios:

  1. ¡Mu bien, coño!

    Nada es peor que el eufemismo. Vamos, ni pegar uno mismo a su padre con un calcetín sudado (cosa que se sitúa en la cúspide de la indecencia y que supera de largo a cualquiera de los pecados capitales hasta el momento tipificados por nuestra santa madre Iglesia, a menos que el interfecto, claro, se lo merezca, en cuyo caso hay dispensa).

    Si algo tuviera que puntualizar, sería sólo que, si no yerro, pareces haberte dejado en el tintero a uno de los más asquerosos: discriminación positiva. Vamos, eso que hace un idiota progresista o no-progresista cuando, por ejemplo, porque sí reserva el 50% de los puestos en su gobierno para ser ocupados obligatoriamente por señoras, en vez de hacer que el 100% de los mismos lo sean por personas capaces, bien señoras o señores y en cualquier proporción, lo cual podría tener como resultado, incluso, que todos fueran ocupados por las primeras.

    En fin, motejar de positivo a cualquier cosa que sea una ventaja para unos y una clara desventaja para otros es ser en lo moral eso que se llama un hijoputa. Y, por lo demás, lo de "discriminación positiva" es una contradictio in terminibus que habla de la idiotez de que quien la utiliza y de la soberana memez de quien se la deja endilgar. Desde el punto de vista semántico, ético y lógico, el genocidio fue, igualmente, "discriminación positiva", ¿no? Imbéciles…

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  2. Uf, si tuviera que escribir sobre todos los eufemismos que se utilizan hoy en día tardaría más con el artículo que Rajoy en dar la cara. Y eso es mucho tardar.

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