martes, 17 de julio de 2012

Anoche soñé que España existía

Me imagino que mi sueño se inspiró en la biografía del Cid que estoy leyendo; o quizás se debió a los múltiples y buenos artículos sobre la batalla de las Navas de Tolosa degustados en estos días, o, quién sabe, igual realicé un viaje astral recordando a los chamanes de algún libro de Castaneda y compartí mesa, mantel y tertulia con algún pensador sensato de esos que antes producía esta tierra bendita, llámense Machado, Ledesma Ramos, Pío Baroja o Nino Bravo;  pero si, España existía, como idea, como realidad, como unión de gentes diversas en pos del bien común, como ilusión colectiva y hasta como ente político sensatamente organizado y guiado por los más capaces , dedicados a predicar con el ejemplo del trabajo bien hecho.


Pero, como diría Víctor Hugo,” rayando el alba, a la hora en que el campo palidece”, el sueño se desvaneció, y me di de bruces con  “la realidad grotesca y desatinada”, con el esperpento español popularizado por Don Ramón María,  con el intolerable escenario de un “Ruedo Ibérico” lleno de mentiras, corrupción y desfachatez, con un país en manos de perjuros, de gestores  y administradores que incumplen sus tareas desde el mismo momento en el que en teoría asumen sus responsabilidades, con un presente intolerable y un futuro menos alentador que una noche en el infierno de Dante.  

Pero aquí no hay comedia que valga, por muy divina  que sea.  Esto es un drama. El “Untergang” de la civilización occidental, de los valores cristianos, de la moral, de la seriedad, de la responsabilidad, de la hombría. 
Ha triunfado el mal en forma de avaricia, de inmoralidad, de mangoneo a diestro y siniestro, de sueldos millonarios a miembros encausados de la familia real y a gestores de bancos corruptos, de subvenciones a partidos políticos cuyo contrato de trabajo, léase su programa electoral, no sirve más que para secar las lágrimas de los ingenuos ciudadanos que les votaron y que ahora contemplan inermes como ese panfleto no era más que un papel mojado que los políticos usan como burda toallita perfumada de buenos sueldos, dietas y prebendas para limpiar su poco noble trasero desde el mismo día en el que asumen el poder.


Y hasta saltan, ahora que les tocan la paga de navidad instaurada por un “dictador” y los días moscosos, los miles de empleados de la administración, que no funcionarios de carrera, para reclamar, ¿ahora sí eh? , sus derechos adquiridos a base de mínimos esfuerzos y complicidades máximas con los gobiernos de diferente color pero mismas intenciones a los que han servido tan fielmente durante los últimos 35 años.


Anoche soñé que España existía, pero no fue más que una pesadilla de un verano que con sus altas temperaturas y sus consiguientes incendios está  arrasando la tierra, la sociedad y la historia de esa antaño orgullosa y respetada parte de Europa, que linda al norte con los pirineos, al sur con África, al este con el Mare Nostrum y al oeste con el “finis terrae” de la civilización occidental.


Anoche soñé con la victoria sobre Miramamolín, con el descubrimiento de las Indias, con la invención del submarino de Peral  y hasta con la expansión del Chupa-Chups alrededor del orbe.


Pero, de nuevo, despuntó el sol por el Este, y con resignación me enfrenté a la realidad de los titulares de la prensa, a la intolerable relación de los sueldos de los altos ejecutivos de las multinacionales españolas, que se mueven en un rango entre 17 y 5 millones de Euros, es decir, el salario mínimo de unos 20.000 españoles de bien, al nuevo blindaje económico del Urdanga, príncipe consorte y ladrón, y también a los siempre animosos, constructivos y bonitos comentarios de grandes columnistas, llámense Girauta, Tertsch, Sostres o hasta González Pons (por su Tercera de hoy), que por desgracia los leemos muy pocos y se los lleva el viento cual canción de Ramón Pelegero Sanchís, alias Raimón.


Anoche soñé que España existía, y que de alguna forma podríamos “cobrarnos ese pagaré que firmaron los políticos cuando nos pidieron su voto”, parafraseando aquí a Martin Luther King.  


Pero desperté.




lunes, 9 de julio de 2012

Eme: de manipulación, mentiras y minería



Nota previa:

Ante la polémica surgida entre algunos de mis lectores por el contenido de este artículo, quiero resaltar lo siguiente: mi intención no era defender algo indefendible, como la calidad de nuestro carbón o la viabilidad del sector, ni dar pie a pensar que yo pueda alinearme con los fantoches trasnochados de la izquierda de visa de oro y guitarra en ristre, los de la “ceja”, ni posicionarme al lado de los líderes sindicales de Rolex dorado y cruceros de lujo que aprovechan ocasiones como la que estamos viviendo para sacar provecho para su causa perdida y anacrónica, sino que simplemente quería resaltar lo nimio del importe necesario para mantener a estas 4.000 familias hasta el límite ya establecido (por ley y por imposición Europea) en 2018, la inoportunidad absoluta de esta polémica en estos momentos tan difíciles para nuestro país, la mentira, manipulación y corrupción que sufre el sector minero desde hace años, la bajada de pantalones que ha tenido que realizar España ante Europa desde los lejanos años 80 desmontando todo el tejido industrial para mayor gloria de las empresas norteñas y la innegable hombría y razón del colectivo minero español en la lucha contra la injusticia, hombría de la que solamente se aprovecha, "as usual", la izquierda ruidosa y ruin. El que haya entendido algo diferente o bien no me conoce o bien ha leído en diagonal y con muchas prisas.


Artículo original: 
Entre las verdades que escribe un amigo mío en su excelente artículo titulado “¿Crisis,qué crisis?” y mi vano intento de encontrar una aproximación real a la situación de la minería en España,  recurriendo a cuantas fuentes de información he podido, ha sido un fin de semana terrible. Si a ello le sumamos la acostumbrada soledad, la falta de dinero, en línea con la mayoría de nuestros compatriotas (exceptuando claro está a los políticos, los ejecutivos ladrones, los proxenetas y a los traficantes, colectivos estos que no conocen la crisis ni por referencias) y un calor nocturno asfixiante, podríamos hablar de un fin de semana perdido, como tantos otros. Pero tampoco es cuestión de lamentarse: el sábado hubo un rato bueno, con un par de cervezas, en inmejorable compañía (gran Ramiro) y escuchando música clásica, léase rock de verdad, hablando sobre Jethro Tull y artistas de su talla, y el domingo se alegró un poquito con un paseo por el Rastro de Madrid acompañado de seres queridos. Algo es algo. Y tal como están las cosas el que no se conforme con estos mínimos placeres lo lleva claro. Porque peores tiempos nos tocará vivir. Sin duda.

Pero estas mínimas alegrías no compensan el desasosiego que me causa ver que, como siempre, la verdad no aparece por ningún lado, ni se la espera, y que estamos sujetos a las mentiras que nos cuenten los medios, los políticos, los lobbies, los bancos, los sindicatos o cualquier otra institución, colectivo o mafia que se dedica por su propia naturaleza a vivir de los demás, sin aportar nada y poniendo la mano, con su racket, su usura, sus ratings, sus comisiones o su nepotismo. Esta sociedad, llamada eufemísticamente Estado Social y de Derecho, que de social cada vez tiene menos y en la que el derecho desapareció hace tiempo en aras de la manipulación de la ley por parte del poder político.
Heme pues en casa intentando cuadrar las cuentas del problema minero, sumando y restando, googleando y comparando, sin llegar a un resultado mínimamente satisfactorio.
¿Hablamos de un recorte de 300 millones de euros, con un mafioso llamado Victorino Alonso llenándose los bolsillos y un gobierno de rodillas ante la UE por este ridículo importe, pero solicitando al mismo tiempo ayudas por importes de miles de millones de euros para un sistema bancario corrupto?
¿Hablamos de 300 millones cuando colocar a las impresentables Bibiana Aido y Leire Pajín ha costado más o menos lo mismo?
¿Hablamos de 300 millones cuando los gobernantes de Andalucía han trincado bastante más con sus EREs falsos?
¿Hablamos de 300 millones cuando los gastos en embajadas de reyezuelos locales superan con creces este importe?
Si fuera así, y parece que lo es, sería el momento de seguir el ejemplo de los mineros, único colectivo en España que realmente se enfrenta al poder con argumentos y con huevos, con perdón, y echarnos todos a la calle para limpiar de una santa vez esta tierra de ociosos mangantes y manipuladores profesionales.  Debería de ser el momento de acabar con la sumisión a las leyes del mercado, ente inexistente pero más presente en nuestro día a día que el coco en los cuentos infantiles, a las imposiciones del pirata anglosajón, a la oscura y obscena gestión del mundo por parte de las multinacionales, los grupos de presión y las “sectas” del siglo XXI, al buenismo socialdemócrata, al latrocinio del progresismo inculto y a la insulsa, inútil y fatua  existencia de la derecha democrática, que vive de grandes promesas y mínimos cumplimientos.
En tiempos revueltos, como estos,  en época de mentiras, de manipulación y de mamones, si fuéramos hombres de bien, españoles recios, idealistas y sensatos, como los que hace 800 años plantaron cara al invasor en las Navas de Tolosa, estaríamos todos al lado de la minería. Sin dudarlo.
Pero estos tiempos ya pasaron. Lo nuestro son los partidos de fútbol, la telebasura, las verbenas populares y poco más.
La palabra revolución pasó a los libros de historia. A esos libros que ya nadie lee, por mucho que lleve su lector de libros electrónicos cargado con miles de obras de la literatura universal que jamás entendería, para acabar leyendo los pies de fotos del AS o el Sport, que  es a lo máximo que llegan las mentes de los españoles. Por lo menos de la mayoría de ellos.

Allá nosotros con nuestra conciencia, pero que nadie hable con pasión de España,  o de Europa. Son cosas del pasado que nos hemos dejado robar. Por la Roja. Por la insensatez. Por la comodidad. Por la desidia. Por la superficialidad. Por el vicio. Por la incultura. Por la cobardía.

martes, 3 de julio de 2012

Más que un juego


Querido y admirado Juan Carlos.

Admiro tu valentía de echarte al ruedo del mundo futbolístico el mismo día en el que la mayoría de ciudadanos de España se levantan con una resaca de órdago después de destrozar todas las audiencias medidas hasta el momento durante la celebración de la final de la Euro 2012 en las lejanas Polonia y Ucrania, y de sentirse las personas más dichosas del planeta tierra. Celebración y victoria, que de eso se trata en el deporte. Por muchas campañas sensibilizadoras al estilo de “lo importante es participar”,  sabemos muy bien que nuestra parte animal solamente acepta dos estados: victoria o derrota. 
Y por mucho que lo queramos negar, que nuestro intelecto quiera llevarnos por otros derroteros,  o que los intelectuales de turno hayan denostado durante años el fútbol como el refugio del primitivo, del desarraigado, del inculto y del violento, al final la realidad se ha impuesto y hoy en día ya nadie puede negar que el deporte, en España con el fútbol como principal disciplina, es un motor básico de la sociedad, una distracción para los ciudadanos y, sobre todo, uno de los mercados más importantes para la mercadotecnia, para el juego interesado y partidista con los sentimientos de las personas, y hasta para la manipulación y el blanqueo de importantes sumas de dinero.
Seguro que muchos lectores te tacharán de oportunista, más aún cuando admites no saber demasiado del tema del balompié, aunque conociéndote estoy seguro que han sido otras razones que te han movido a escribir sobre esa sinrazón de 11 personas corriendo detrás de un balón,  cuando se les podría dar uno a cada uno. Tu intento de llevar el triunfo de la selección española a lo que es, a una simple victoria en un partido de fútbol, y de desligar al mismo tiempo al Barça del nacionalismo excluyente, es digno de loar, pero, por desgracia, tanto la historia como la realidad social de este Siglo XXI, que podríamos llamar de las “Pocas Luces”, demuestran todo lo contrario.
No voy a  darte ahora una disertación sobre la historia,  racista y excluyente desde sus inicios, del FCB Barcelona (razón por la cual nació por ejemplo y como reacción el Real Club Deportivo Español), ni las relaciones del nacionalismo y separatismo catalán pasado y actual con el equipo de debajo de la Diagonal,  causas estas de la rivalidad y el odio que le profesan la mayoría de los demás equipos de Catalunya y del resto de España.  Para ello tienes a tu disposición libros y hemerotecas de sobra; siempre y cuando aciertes y encuentres algo mínimamente objetivo, algo harto difícil en un tema tan espinoso como la relación entre el fútbol y la política, fuente natural de odios, violencia y hasta guerras, para desgracia del espíritu lúdico y de compañerismo que debería ser parte intrínseca de cualquier disciplina deportiva.
Pero, mal que nos pese, el fútbol no es rugby, deporte en el cual prima lo deportivo sobre todo lo demás, sino una máquina de generar,  usar y vender cuotas de poder, de manipular sentimientos nobles en aras de intereses particulares y de explotar el instinto animal de rivalidad a muerte de los seres humanos para generar pingües beneficios a sus gestores. Más o menos como los partidos políticos, pero con el desagradable añadido  de disfrazarlo de nobleza deportiva. Llevado todo esto al extremo por los grupos mafiosos llamados UEFA, FIFA o  COI, el deporte no es más que otra manera de explotar los sentimientos del ciudadano en beneficio propio.
Dices que el Barça es un club como otro cualquiera. Yerras. El Barça es un montaje de intereses clasistas, políticos, mafiosos y nacionalistas que han sabido mantener a flote durante más de 100 años enarbolando primero la bandera del anti -españolismo, después la del anti-franquismo, y ahora una mezcla del anti-centralismo-madridismo y anti-españolismo, a fin de conservar sus posiciones privilegiadas a bordo de una máquina aniquiladora de la diversidad deportiva y social en Cataluña y generadora de robots descerebrados que siguen cantando lo de “Mes que un Club”  convencidos de ser parte de algo, cuando solamente son instrumentos de alguien.

Pero por suerte, en el caso de la selección española, por ahora se está manteniendo ese “seny” que tanto les falta a los nacionalistas,  que se las dan de únicos y auténticos catalanes, y de manos de una persona sensata, como Vicente del Bosque, y de un equipo de jóvenes deportistas venidos de todas las regiones, susceptibles de ser manipulados en algunos momentos por sus respectivos reyezuelos locales o sus partidos excluyentes, pero al final sensatos y capaces de ver las ventajas de la unidad frente a las desgracias de la separación, ha triunfado una selección de fútbol, para mayor gloria de nuestra vilipendiada patria, y para disfrute de millones de personas para las que (mal que nos pese a los que pensamos que el deporte debería limitarse a eso, a ser deporte), las victorias de la selección de fútbol son el único bálsamo para curar sus heridas.

Y para toda esta ingente masa vestida de color rojo, color por cierto de la camiseta de España, y no de una empresa eléctrica, una marca de cerveza o un  fabricante de coches, para bien o para mal, esto es más que un juego. Lo es todo.

Con todo mi cariño y admiración, un fuerte abrazo