jueves, 26 de septiembre de 2013

¡Queremos decidir, referéndum ya!

Aunque mi ex mujer me vuelva a tachar, con una cínica sonrisilla en la comisura de los labios,  de “españolito” por escribir este artículo, en línea con esa soberbia y complejo de superioridad de los progres de los años 60 y 70, fieros y valientes luchadores anti-franquistas (de boquilla) todos ellos, pero bien apoltronados hoy en día a la sombra de un sistema que dicen despreciar pero del que maman a borbotones y gracias al cual viven como reyes, es decir, como el otro pájaro borbollón y bribón que entre resbalón, revolcón y operación va esquilmando nuestras cuentas y nuestra buena imagen, sin cumplir con su deber de Jefe de Estado y sus responsabilidades marcadas en la Constitución (el artículo  2 del Título preliminar, para poner un ejemplo), no puedo dejar de escribir estas pocas líneas para descargar mi rabia y, quien sabe, igual abrir los ojos a alguna oveja descarriada

Y en lo que será un claro déjà vupara aquellos pocos lectores asiduos que tengo (ya escribí hace un año un artículo con el mismo título que, releído esta mañana, con toda modestia, me parece muy bueno), tengo que volver a insistir en el tema del tan cacareado referéndum y el “queremos decidir” de los separatistas catalanes.

Pues claro que queremos decidir. Si después de sufrir esta pseudo-democracia durante más de 40 años, de aguantar esta partitocracia antisocial y nada representativa, que lo único que ha creado es una casta de vividores incultos que se proclaman políticos, encima nos van a quitar lo único bueno que tiene la Constitución Española del 1978 (junto con el escudo que la encabeza, que sin duda va a ser proscrito con la interpretación que hagan los “imparciales” jueces del nuevo Código Penal), y que es la Ley Orgánica 2/1980 de 18 de Enero sobre la regulación de las distintas modalidades de referéndum, es decir, el derecho a votar de forma directa sin que por medio aparezcan los innecesarios partidos políticos (aunque desde el “backstage” lo sigan manipulando con los espacios publicitarios  gratuitos, proporcionales a su representación parlamentaria, que les otorga la misma ley), estaríamos apañados. Y eso que la única vez que voté, en concreto en  el referéndum del 1986 sobre la permanencia en la OTAN, el tiro me salió por la culata y del “de entrada  no” pasamos a ser puras marionetas de los yanquis en sus múltiples guerras,  inventadas y provocadas todas ellas para preservar su hegemonía económica mundial.

Los catalanes, los españoles, queremos decidir. Queremos que se plantee un referéndum con todas las de la ley, ya sea por el artículo 92, el 152, el 167 o el 168 de la Carta Magna, ceñido a las circunscripciones provinciales previstas, con un control férreo de la aplicación del artículo 14 sobre las campañas de propaganda, y una aplicación real del artículo 15 sobre la duración de la misma, que no deberá ser superior a veinte días (a diferencia de la campaña actual que lleva a cabo el aprendiz de rey Artur Mas, cuya duración ya suma varios años, cuando no decenios si contamos a sus predecesores).

Un referéndum en el que TODOS los españoles, los que viven en las provincias catalanas y los que habitan cualquier otra de las 50 provincias y 2 ciudades autónomas que componen nuestro Estado, puedan expresar libremente su opinión sobre la pertenencia o no de Cataluña a la nación Española (una pregunta por otro lado bastante estúpida en términos históricos y sociológicos, pero que por tan manida ha pasado a ser dogma ya no solamente para los “inventores de historias e historietas” catalanes sino también para el resto de los españoles).

Queremos una consulta popular en la que la pregunta que se plantee sea clara, concreta y libre de posibles interpretaciones malintencionadas (algo por otro lado harto difícil estando en manos de políticos su redacción).

Más aún cuando el ínclito Arturo está empezando a girar la tortilla, a manipular a la gente, cambiando el discurso anti España por el discurso anti Estado. Paso previo para lavar la cabeza a las serviles ovejas catalanas y convencerlas de que no se plantea la independencia de España sino la liberación del yugo y el constante robo por parte del Estado español (otra falacia demostrable con cifras, pero ocultada de forma consciente y continuada a la población catalana).

Sutil maniobra de pura mercadotecnia que inició ayer el tan poco honorable presidente de la Generalidad de Cataluña, en aras de cubrirse las espaldas y poder seguir negociando, a escondidas, sin luz ni taquígrafos, con Mariano Rajoy, otro gran culpable, junto con el Rey,  de la situación a la que hemos llegado por la desidia, los intereses partidistas y el poco patriotismo que inspiran en el fondo sus actuaciones.

Porque por mucho que nos vendan humo con su participación en el próximo acto unitario del 12 de Octubre en Barcelona tanto el Partido Popular como Ciudadanos, no hay ni un partido político (de los parlamentarios) que realmente busque el bien común, y en este caso mantener la unidad de España. Lo único que buscan es mantener su cuota de poder, su estatus y sus privilegios.

Lo demás, mentiras. Y lo siento por esos lectores míos que siguen engañándose a sí mismos con su apoyo a dichas entidades antinaturales. Ellos son conscientes  de esta verdad, pero se escudan en el mal menor, en la comodidad, en la imposibilidad de darle un vuelco a la situación, cuando es momento de revuelta y revolución, como bien proclaman mis admirados amigos del MSR.

Al PP, a Ciutadans, a UpyD y al PSOE les importa un santo rábano la unidad de España. 
Igual que a CiU, ERC y PSC les da igual lo que suceda con Cataluña. Todos ellos persiguen sus propios objetivos. 
Sus jugosos ingresos por no hacer nada. Su “dolce vita” a costa del resto de la sociedad.

Sus escaños, sus sueldos y sus inaceptables privilegios.

Que no os engañen, amigos míos.


¡Viva España!




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