jueves, 7 de enero de 2016

La oscura Navidad

Difícil nos lo han puesto en este cambio de año para encararlo con ilusión, buenos propósitos, tolerancia y amor. El lado oscuro, tan en boga en estos días por el estreno de la séptima entrega de la saga de la Guerra de las Galaxias que hasta hemos visto desfilando a las tropas imperiales en el Carnaval de Reyes organizado por la indecente y senil alcaldesa Manuela Carmena, está triunfando por doquier, cubriendo con su manto negro lo poco que queda de la cultura y la civilización occidental tal como la conocemos. Y no me quiero ni recrear en los despropósitos de la nueva clase “política” española desmontando las tradiciones navideñas, cual Ferrán Adría asesinando a la tan patria tortilla de patatas que en otros tiempos vencía sin desvestirse a las tóxicas hamburguesas del McDonald’s, pues de todo ese pasteleo revanchista, infantil y descerebrado ya se ha hablado y escrito suficientemente en los últimos días.


Quiero ir un poco más allá, alzar la mirada al cielo y preguntar a voz en grito: “¿Dios mío, dios mío, por qué nos has abandonado?” ¿Realmente merecemos este castigo divino de ver tambalearse todas las columnas que sustentaban nuestra en teoría avanzada civilización bajo el peso de la idiotez, la incultura, la maldad, el sexo animal, el consumismo, el revanchismo, la puerilidad, la falsedad y la violencia en nombre de hechos pasados, polvos no echados, derrotas no asumidas, envidias no superadas, soflamas de telepredicadores, violentas y primitivas guerras religiosas y una completa banalización de nuestra existencia alrededor del “ahora me toca a mí”, “ya verás ahora”, “te vas a enterar de lo que vale un peine”, “y tú qué y yo más” y la adoración final y definitiva del negro y su pene gigante?


Tenía yo previsto escribir un bonito artículo sobre la espléndida y bonita Navidad pasada con la familia, en la siempre acogedora casa de mi prima, con cortos pero intensos encuentros con entrañables amigos en el Bar-Bero y en la bodega Víctor de siempre y una postrera escapada a las bonitas tierras de Teruel para rematar unas fiestas como tienen que ser, cargadas de amistad, de cariño, de simpatía, de ilusión, pero la intención se fue el carajo. Como casi todo en España. Y en Europa.

¿Cómo voy a escribir algo bonito si todo lo que nos rodea produce un hedor vomitivo? ¿De qué serviría describir una bonita fiesta navideña en familia cuando al abrir la puerta de casa, echar una mirada a la tableta o enchufar el televisor te enfrentas al peor Belcebú imaginable?

Cabalgatas de Reyes convertidas en desfiles carnavalescos y hasta pornográficos que hicieron llorar a más de un niño y  que tendrían que hacer reflexionar a los padres sobre la conveniencia o no de dar el poder a mequetrefes incultos cargados de odio o a viejas comunistas chocheantes más falsas que unas Adidas en los chinos; fiestas de fin de año en ciudades  alemanas convertidas en cacerías organizadas de las “hembras” occidentales por parte de los “buenos refugiados” y que ya suman un saldo superior a 300 mujeres agredidas y humilladas; mentiras continuadas de los nuevos gobernantes electos de la sociedad española, con Potemos, Bildu y demás bandas de asesinos y malhechores a la cabeza del esperpento; un vergonzoso golpe de estado encubierto en Venezuela, el otrora más rico país de Sudamérica; lágrimas de cocodrilo del cada día más negro presidente de los EEUU al hablar sobre el control de las armas cuando preside el país en el que más no nacidos mueren ejecutados; mentiras sobre mentiras, en vez de campanas sobre campanas, sobre la verdadera culpabilidad de Arabia Saudí, los EEUU e Israel en el auge del terrorismo islámico y la invasión de Europa por las hordas primitivas y medievales disfrazadas de refugiados que nos van a llevar de vuelta a los tiempos oscuros en un abrir y cerrar de ojos…. ¿Sigo?

Mejor dejarlo aquí. E irnos a Rusia. O a Corea del Norte.

Está todo tan podrido y veo tan pocas posibilidades de que el mundo occidental pueda recuperarse de su decadencia y definitivo declive,  que lo único que nos queda es intentar sobrevivir lo mejor posible, llevarnos por delante a algún hijo de puta y maldecir el momento en el que nos dejamos arrebatar todos las conquistas sociales y los avances culturales y tecnológicos por la barbarie, las idolatrías, el dinero, el sexo fácil, la violencia gratuita, la música insoportable de los panchitos y las sagas hollywoodienses de superhéroes que han conseguido convertir nuestro ya limitado cerebro  en un simple repositorio temporal de instintos primitivos y burdos conocimientos superficiales, destinados simplemente a ayudar a interpretar nuestro papel de esclavos del capital, del mal y de la mediocridad.


El maldito lado oscuro.

Que Dios nos coja confesados.